sábado, 17 de abril de 2010

CAPITULO I

Bueno la novela no tiene titulo pero se va a llamar de momento PROBLEMAS DE FAMILIA.... Hay 150 pag escritas pero ire colgando cap por cap... ok??


CAPITULO I


Cuando tenía cinco años me encantaba ir al lago con mi padre, supongo que como a todos los niños y niñas de mi edad, estar con él era algo que me divertía, ya que con él, era lo único que podía hacer. Mi madre estaba entregada a su trabajo y a mí padre le encantaba pasar el tiempo conmigo, yo pienso que tal vez es por que en su trabajo casi nunca me ve, una vez al mes, a veces menos, pero eso yo no lo se, la verdad es lo único que me decían. Era una niña de cinco años, todo la inocencia que se encontraba en mi hacia que me creyera cualquier cosa que me dijeran mis padres.
Aunque yo creo que tal vez era por mi timidez. Nunca hablaba con otros niños de mi edad, siempre utilizaba a mi padre para esconderme detrás de él cuando alguien se acercaba a jugar con mis juguetes o conmigo. Supongo que también mi padre me traía allí porque sabía que era relajante, pero cuando ante mi se encontraba un lápiz y un papel, mis miedos y mi timidez se alejaban. En aquel lugar, en aquel lago, todo era diferente. Mientras mi padre pescaba, yo le dibujaba a él con verdadera tranquilidad, la gente se acercaba y observaba mis dibujos una y otra vez, pero en ese momento a mi no me importaba, les dejaba observar incluso hablarme la mayoría de veces, estaba tan inmersa en aquel pensamiento que no tenía miedo a la gente, le hablaba sin temor a nada.

El olor a canela que procedía de la cabaña siempre me había gustado.

La naturaleza y el mar me tranquilizaban, y el ruido de los animales me encantaba.

Mis ojos verdes eran muy observadores y captaban todos los colores y movimientos al segundo, el viento pegaba sobre mis hombros haciendo que mi pelo castaño y rizado rebotara suavemente por mi rostro, como si de una cortina de finos hilos se tratara. Aun recordaba aquel día con perfección. Mi padre corrió a mí agarrándome como una avioneta, como hace cualquier padre con un niño de esa edad, haciéndome reír junto a unas cosquillas, mientras en brazos me llevaba de nuevo a la cabaña. Mi voz sigue resonando y yo sigo riendo entre sus brazos.
El marco de la puerta, brillaba con el reflejo del sol. Un reflejo que hacia que la luz entrara con mas intensidad. Los muebles estaban colocados de forma cómoda, nada mas entrar se encontraba el sofá, donde mi padre me lanzo de golpe echándose encima mía para seguir con sus habituales cosquillas. Cosquillas a las cuales yo no podía resistir a su risa.
Risa que me hacía sentirme como una estúpida.
Me suelta y se aleja de mí en un instante, se acerca a la cocina y deja la caña de pescar apoyada entre la nevera y la pared, le observo pero no hace falta que observe el movimiento que va a hacer, siempre hace los mismos. Se gira hacia la ventana y coge el trapo, se acerca al grifo y lo moja con suavidad acercándose hacia la ventana húmeda por el calor del día y la lluvia de la noche. Limpia la ventana y deja el trapo volviéndose hacia mí y acercándose lentamente. Agarro un lápiz y un papel mientras él posa su mano sobre la mía como si él y yo fuéramos solo uno y empezamos a dibujar juntos. Yo reía, para mí era maravilloso sentir como dar vida a aquellos dibujos, dibujos que ante la vista de cualquier otra persona parecían simples garabatos bien hechos y con una composición perfecta pero ante mis ojos, eran un nuevo mundo, una historia contada atraves de las imágenes, una película muda, algo que cobraba vida una vez terminado, porque era exacta a nuestra realidad. Era el primer día de nuestras vacaciones solas. Me soltó la mano y seguí dibujando mientras él se ponía a hacer la comida fuera. Una vez terminado encendí la tele poniendo los dibujos animados, exactamente Tom y Jerry, me encantaban ese raton y ese gato, incluso tenía su pijama, eran mis dibujos preferidos en ese instante, y observando la televisión mis risas continuaban más y más.
Nunca había reído tanto como aquel día. Al oler la carne y el pescado recién hecho salí corriendo a comer, mi padre me sirvió el plato aun entre risas de verme tan entusiasmada y puntual en la mesa de fuera. Todo estaba riquísimo, mi padre siempre cocinaba a la perfección nunca ninguno de sus platos tenía algún defecto. Lo quería más que nada en el mundo, era también un hermano para mí.
Mi mejor amigo.

Recogí la mesa tranquilamente mientras mi padre se tumbaba en la vieja hamaca colgada de dos árboles que daban a la parte frontal de la cabaña. Una vez todo en orden me puse el bañador sacando mis peluches y lanzándome sobre mi padre, aunque yo lo llamaba Ray.

-¡RAY! ¿Jugamos otra vez al avión? ¿Nos damos un baño? Va va va va!!

-¿Tu no paras verdad? Mi niña. Ahora te quedas durmiendo con papi mientras hacemos la digestión – Me dijo rodeándome con sus brazos mientras me recostaba cerrando los ojos y quedándome profundamente dormida igual que él. Cuando desperté recuerdo que mi padre estaba despierto leyendo una revista intentando no hacer ruido para despertarme. Abrí totalmente los ojos y me quede mirándole hasta que se dio cuenta de que por fin estaba despierta. - ¿Cómo esta mi niña? ¿Ha dormido bien?

- No soy una niña papa tengo 5 años y tengo nombre. – Dije agarrándome a sus brazos para no caer. – Y si he dormido muy bien.

- Lo sé qué tienes nombre Celia pero aún así siempre serás mi niña. Quieras o no. – Su voz dulce resonó en mi cabeza una y otra vez y me dio un dulce beso en la frente. ¿Pero a que niño no le dicen eso alguna vez? Mi padre siempre me lo recordaba era su niña, y aunque yo tenía mucha prisa por crecer aun tenía 5 años y no era edad adulta, era edad de una niña pequeña y renacuaja. Esas eran sus exactas palabras y tenía razón aunque yo quería madurar antes, aun no había cumplido la edad para hacerlo.

- ¿Me lees un cuento papi? – Mi voz sonaba asustada.
Cuando empezaba a llegar la noche, aquella oscuridad que se reflejaba como finas sombras entre la suavidad de aquel lago hacía que todo se volviera un poco extraño.
Los arboles empezaban a moverse de forma circular haciendo caer las hojas sobre el frio suelo. Repitiendo un ruido aterrador, que conforme más escurecía mas resonaba en todo el pueblo.

- Está bien. Un cuento para mi niña. – Sus palabras me hicieron sonreir, sacando de mí esos hoyuelos que se encontraban en mi mejilla. Se metió dentro de la cabaña y busco un libro entre todos los que había en la estantería enfrente del televisor y detrás del sofa volviendo junto a mí y empezando a leer por la primera línea el mismo cuento de todos los días Buenas noches Luna. Yo adoraba ese libro. – Buenas noches habitación, Buenas noches Luna… - El conejito se despedía de cada objeto de su habitación como hacía yo antes para ir adormir. Cuando acabo el cuento lo cerró con delicadeza y me agarro dejándome en la orilla del lago.
Él sabía que el agua estaba fría y que odiaba el agua del lago oscuro y frio juntarse con mi piel, era un sentimiento escalofriante, de mezcla de horror, terror y frustración.

-¡RAY! Eso es trampa. Me he mojado toda. – Dije corriendo hacía él intentando huir del agua que se acercaba con fuerza y velocidad hacía mi.

- Vamos! No tienes que tener miedo, en el agua no hay nada. Solo hay lo mismo que hay de dia pero ahora, es de noche y está oscuro. No hay por qué temer al agua por la noche. – Me agarro haciéndome creer que me iba a volver a lanzar sobre el agua.
Me asuste.
Sinceramente no sabía qué hacer, grite pero entonces escuche la dulce risa de mi padre y me tiro sobre la orillita encima de él empezando a hacerme mas y mas cosquillas.

- ¡Te quiero! – Eso fue lo que dije antes de que mi padre me ordenara hacer un par de dibujos más y ayudarle con la cena.
Me puse a hacer los dibujos disfrutando de cada uno de los movimientos de mi muñeca mientras tarareaba una y otra vez y mama me llamo. - ¿Si? ¡Hola mama! – Mi entusiasmo se oía a distancia.

-Hola Celia, ¿Qué tal con papa? ¿Todo bien? - Me dijo con voz de cansancio, como era normal en ella.

- Todo bien estamos en la cabañita. ¿Vas a venir? Nos hemos bañado en el lago. - Mire a papa por la ventana. - Ahora esta pescando. ¿Quieres hablar con papi?

- Muy bien pásame con papa. Pero no iré cariño ya nos veremos en casa. Diviértete.

- !RAY! - Grite desde la ventana de la cocina. Mi padre vino corriendo y se puso a hablar media hora con mama. Yo me puse a cocinar.

Tenía cinco años y me encantaba cocinar, mi madre todas las mañanas hacia el desayuno y yo le ayudaba al igual que la comida y demás así que era costumbre, por

muy pequeña que era papa y mama me habían enseñado a hacer buena cocina y a veces hasta me hacía yo la cena. Era el cumpleaños de papa y quería hacerle un regalo sirviéndole la cena. Mis manos sacaron la carne picada, el ajo, la cebolla y los espaguetis para poderle hacer mi comida preferida y la suya. Mis manos se impregnaron de tomate disfrutando mientras miraba por la ventana como mi padre caía al agua e intentaba nadar con todas sus fuerzas. Mis ojos se quedaron oscuros y el plato que tenía en mis manos cayó al suelo impregnando todo de tomate y espaguetis. No podía mover ni un musculo. Ray intentaba salir para respirar pero no pudo.




-Pero anoche recordé algo, papa y yo no estábamos solos allí señor. - Dije atormentada a mi anterior sueño.

-Explícate. ¿Tu padre y tú, aquel día no estabais solos? Han pasado doce años. ¿No será una pesadilla?- Lo mire con temor y me apoye en la desordenada mesa de aquella habitación oscura, de la cual no me había percatado que era un despacho desordenado, con los papeles incluso tirados por el suelo y fotos de asesinatos por todas las paredes. Todo era espeluznante.
Demasiado.
Pero no quise levantar la cabeza y desviar mi mirada de los ojos del hombre, sobretodo porque si lo hacia se daría cuenta que estoy cotilleando sobre algo que seguramente el querría privacidad.
Como pasa siempre.

-Lo he recordado, solo que es borroso, no es una pesadilla. Es real. La policía dijo que había muerto de manera extraña, me dijo que no se había encontrado el cadáver. Ray nadaba muy bien y el siempre me decía que observara con los ojos bien atenta, que lo percibiera todo con ellos, que percibiera los cinco sentidos con ellos. Eso me decía siempre recuerdo que vi a alguien detrás de aquel árbol por eso creí no verlo.- Le dije segura y a punto de que me cayera alguna lagrima.
Sus ojos llenos de tristeza y melancolía me miraron con delicadeza poco a poco movió las manos y las llevo a su cabeza removiéndose el pelo rendido.
Se levanto con una carpeta en la mano y la dejo encima de la mesa acercándose a mí, de manera rápida y cuidadosa. Como si temiera darme miedo.

-Ven a verme mañana, voy a ver qué averiguo. Tranquila no le contare nada a nadie.

-Gracias. Sé que aquello no fue un accidente y estoy harta de los sicólogos Erik. Llevo años allí necesito que tu y la policía pilléis al asesino para que me quede tranquila.

-Lo aremos. Ve a casa descansa y no hables con nadie de nada.

-Créeme no lo haré. – Me levante de la silla decidida a irme pero Erik me paro agarrándome con su brazo. - ¿Qué ocurre?

- Aun no te vayas. Escúchame. – Su voz sonó débil. – Ya sé que tiene 17 años. Yo 20 y trabajo de policía por eso te ayudo. – Sonreí ridícula era amigo mío desde hace tiempo. – No quiero que te pase nada.

- Tengo 3 chicos detrás de mí. – Levante los brazos y los crucé haciendo parecer enfadada. – ¿No te parecen bastantes protectores? – El no rio.

- No te fíes de ellos. No me gustaría que te ocurriera nada malo. – Miro alrededor y me entro en la sala de interrogatorios. – No podría pensar en qué hacer si alguno de esos te hiere.

- No me van a herir Erik. Estaré bien.- Sonreí y me senté en la silla.

- Cuidado.

Me puse seria enseguida. Lo decía enserio y yo sabía que se preocupaba de mi de verdad. Estaba enamorado de mí y yo no sabía qué hacer. El era mayor de edad y yo menor, tal vez a los 18 ya podríamos salir juntos pero aún así no sabía lo que yo sentía con exactitud.

Estaba perdida yo era muy de ciencias a decir verdad, y no comprendía esto del amor. Para mí el amor era una reacción química que se producía en el cuerpo. El amor no era un sentimiento ni nada sobrenatural como decía la gente. Solo una reacción química que se producía una persona a la otra. Algo inexplicable que la ciencia nunca había podido resolver.

¿Le amaba o no? ¿De todos los chicos que iban tras de mí, cual es el que quería para mí? Estaba entre dos, el otro segura que no. Era mi mejor amigo, pero ahora no podía pensar en esas tonterías. Debía pensar en lo demás.

Cuando me di cuenta seguía en aquella sala de interrogatorio delante de Erik. El reloj de la pared tenía sus agujas en el mismo lugar, no se habían movido ni un centímetro. La pared blanca de la sala decorada con un armario de madera y la mesa del centro típica de las películas, con el cristal negro en frente.

Erik me miraba con sus ojos grises, hermosos, y brillantes. Era muy difícil encontrar unos ojos así. Pero su mirada era diferente a las demás, de todos los ojos hermosos que había visto esos eran los más bonitos.

Me tranquilizaban pero aun así lo que yo pensaba era imposible. El era mayor de edad, aunque en verdad solo tenía 3 años más que yo así que no había que quejarse mucho. Lo vi así vestido, su chaqueta verde y su camisa marrón con un dibujo en el centro junto unos pantalones negros tipo smoking y unas deportivas.

No sé porque me olvide de todo lo malo que me estaba pasando y empecé a reírme delante de él. Me miro extrañado y me cogió de los hombros haciéndome parar de reír.

-¿Te encuentras bien? – Su dulce voz hico que sonriera y volviera a la realidad.

- Perfectamente. – Sonreí y lo gire. - ¿Qué te parece si me invitas a algo en una cafetería, hablamos y ya?

- Me parece muy buena idea. – Los dos reímos y salimos de allí cogidos del brazo, directos a la cafetería de la comisaria.

El pidió una cerveza y yo una coca-cola. Aunque fuera raro odiaba las bebidas alcohólicas, aunque todos los de mi clase les encantaba el alcohol. Supongo que por algo era diferente. Un poco la rara de la clase, algo que la verdad aunque en el fondo me molestaba lo había estado aguantando mis 17 años de vida, y era algo habitual en mi vida, solamente los ignoraba.
Por qué pensándolo bien. ¿Quién eran los raros?
¿Ellos o yo?
Ellos preferían morir dar su vida por unas gotas de algo que poco a poco destrozaba tu cuerpo.
A mí solo me interesaba ser feliz.
Vivir la vida
Seguir viva y disfrutar de mi adolescencia.
¿Eso no es lo normal?
Yo creo que sí.
Mire a Erik y los dos nos sentamos en una mesa que había a la derecha del bar al lado de un escenario que daba a las ventanas de la calle.

-¿Qué es en lo que pensabas antes cuando te has puesto a reír en la sala de interrogatorios? Sin motivo alguno.

-¿Vas siempre así vestido al trabajo? – Lo mire. – Los veo a todos con uniformes y a ti así. No se… me hico gracia.

-Sí. No me gusta ese uniforme y menos ir vestidos de alguna manera extraña. – Sonreí, mientras el agachaba la cabeza como si se avergonzara de algo.

- A mi me encanta que vayas vestido diferente a los demás. Eres tú mismo. Eso está bien. – Levanto su rostro con una gran sonrisa y río conmigo. – Además, no tienes que hacer lo que los demás quieran. Se tú mismo por lo menso a mi me gustas tú tal y como eres y nadie debe cambiarte. – Lo volví a mirar y mire mi medio vaso de coca-cola aun medio lleno y el suyo de cerveza medio vacío.
- Me suenan esas palabras. – Dijo sonriendo.
- Si. Me las dijo un hombre sabio.
- ¿A si? ¿Y quién era?
- Tu. – Dije soltando una carcajada que hico que todo el bar nos mirara. Mi vergüenza aumento y baje el volumen acercándome a él. - Enserio. Eres el mejor. Además, eres el único que me ha ayudado en todo esto. Mama tenía razón, solo tengo que confiar en ti e intentar recordar para que las pesadillas se vayan. Eso ultimo mama no me lo dice, pero lo sé. Sé que cuando sepa la verdad de todo esto, las pesadillas desaparecerán. –Le di un abrazo. El me sonrió poniendo sus manos sobre mi espalda y acariciándome con suavidad.

Me separé sin dejar de mirarle a los ojos y me senté bebiendo otro trago y acabándomela toda. Aún no sabía cómo agradecerle todo esto. Él lo había hecho todo por mí, sin preguntas, aunque fuera una tontería me ayudaba en todo y yo aun no había hecho nada por él. Le debía todo, fuera lo que fuera.

Mire el reloj y vi la hora. Mi madre se iba a enfadar como llegara mucho mas tarde.

-¡Me tengo que ir! – Dije enseñándole el reloj.

- ¿Te acompaño? Tengo ahí el coche. – Sonreí y asentí con la cabeza, pero su móvil empezó a sonar. – Espera. – Volví a asentir. Sabía que tendría algún problemilla que arreglar y me hubiera gustado volver con él.

-¿Problemas? – Le dije cuando volvió a acercarse nada mas colgar el teléfono.

-Sí. Lo siento. No podre llevarte. ¿Podrás apañártelas sin mí? – Solo asentí pero aun observaba la preocupación de su rostro. – Si hay algún problema. Envíame un mensaje, o una re-llamada y localizare tu móvil. Iré a por ti en un santiamén. – Me dio un beso en la frente y me aparto un mechón de la cara, dejándolo tras la oreja. – Ten cuidado. Por favor.



CONTINUARA.......


4 comentarios:

  1. hola esta muy padre

    tu blog me encato estan

    muy padre la historia

    bueno me voy adios

    att. natalia

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  2. Me ha gustado la historia, la trama esta buena
    me he kedado intrigada, espero que pronto
    continues la historia
    siempre he dicho ke tienes una gran imaginacion
    continua pronto

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  3. La historia esta buena, me ha gustado la trama
    me has dejado intrigado, espero que pronto continues...
    tienes mucha imaginacion laura sigue asi

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  4. wow!!esta muy bn!! y lo bn k describes los detalles!!^^ despues me leo el segundo por k no me da tiempo a leerlo todo stan largo... jaja ;)

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